El estado de Puebla atraviesa un repunte preocupante de accidentes laborales durante 2025, con más de mil casos reportados hasta octubre, lo que equivale a cuatro siniestros cada día en fábricas, talleres y centros de servicio.
Los registros del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reflejan que la tendencia local se mantiene al alza respecto al año anterior, especialmente en sectores industriales y de la construcción, donde los incidentes son más frecuentes debido al manejo de maquinaria, alturas y falta de equipo de protección adecuado.
A escala nacional, las cifras no son más alentadoras: el IMSS documenta más de 527 mil accidentes y enfermedades de trabajo cada año, lo que se traduce en cerca de 1,400 percances diarios. En muchos de estos casos, las víctimas sufren incapacidades temporales o permanentes que impactan su economía y productividad.
Según especialistas en seguridad laboral, detrás de la mayoría de los incidentes se repiten los mismos factores: falta de capacitación, jornadas extensas, equipos obsoletos y deficiencias en la supervisión patronal. A esto se suma que, en pequeñas y medianas empresas, los protocolos de prevención suelen ser mínimos o inexistentes.
A nivel federal, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) ha impulsado programas de autogestión en seguridad e higiene, logrando que más de mil centros laborales reduzcan sus índices de siniestralidad en un 60 %. Sin embargo, los avances son insuficientes frente a la magnitud del problema.
En Puebla, sindicatos y organizaciones obreras demandan inspecciones más rigurosas y campañas de concientización que involucren tanto a empleadores como a trabajadores. Advierten que muchos accidentes podrían evitarse si se garantizara el cumplimiento estricto de las normas oficiales de seguridad laboral.
Aunque la mayoría de los percances no termina en tragedia, la cifra de más de mil accidentes en menos de un año refleja un deterioro en las condiciones laborales y una deuda pendiente con la cultura de la prevención. En México, el trabajo seguro sigue siendo un desafío estructural que requiere vigilancia constante, inversión en tecnología y responsabilidad compartida entre gobierno, empresas y empleados.