Durante la última década, México ha vivido un cambio notable en las decisiones matrimoniales de las mujeres: la edad promedio al momento de casarse pasó de 28 años a 32.
Este fenómeno, que tiene raíces profundas en transformaciones culturales, educativas y laborales, refleja una redefinición de prioridades en la vida femenina.
Especialistas explican que este retraso responde en gran medida al auge del movimiento feminista, el acceso creciente a la educación superior y la intención de consolidar proyectos profesionales antes de asumir compromiso conyugal.
Las implicaciones son múltiples: más mujeres optan por estabilizarse económicamente primero; algunas priorizan su libertad y autonomía antes de formar una familia; otras, optan por no casarse nunca.
Este cambio también podría incidir en dinámicas sociales, demográficas y familiares en los próximos años.