De acuerdo con la Agencia Europea de Sustancias Químicas, más de 16 mil químicos se utilizan en la producción de plásticos. Al menos 4 mil tienen efectos dañinos comprobados en la salud humana.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) advierte que una persona puede ingerir cada semana el equivalente a una tarjeta de crédito de plástico a través de alimentos, agua y aire.
Un estudio publicado en The Lancet (agosto 2025) confirmó que los microplásticos ya se detectan en placentas, sangre, pulmones e hígados humanos, y están asociados con cáncer de mama, cáncer de útero, abortos espontáneos y problemas de fertilidad.
Especialistas alertaron que toallas femeninas y tampones contienen bisfenol A, un disruptor hormonal ligado a distintos tipos de cáncer.
En España, un informe de 2024 identificó 19 sustancias químicas dañinas en productos de higiene menstrual, muchas de ellas vinculadas a diabetes, obesidad y alteraciones reproductivas.
Mientras organizaciones de mujeres exigían que la salud femenina fuera el centro del debate, las negociaciones se empantanaron en un punto crítico: limitar la producción global de plásticos.
La Unión Europea y varios países latinoamericanos defendieron esa meta, pero un bloque liderado por Arabia Saudí, Estados Unidos, Rusia e Irán bloqueó cualquier compromiso.
La realidad detrás es contundente: el 14 % del consumo mundial de petróleo se destina ya a fabricar plásticos, y para 2050 esa cifra podría duplicarse.
Actualmente el planeta produce 430 millones de toneladas de plástico al año; dos tercios se convierten en residuos casi inmediatos, y apenas el 9 % se recicla.
“No es solo un tema ambiental. Es una crisis de salud pública que afecta de manera desproporcionada a mujeres y niñas”, advirtieron integrantes de la alianza internacional Mujeres Contra la Contaminación de Plásticos.
Aunque las negociaciones se retomarán en otra sede y fecha aún por definir, la presión de colectivos feministas y ambientalistas crece: exigen que el próximo tratado sea vinculante, con reducción de plásticos, prohibición de microplásticos añadidos en cosméticos y regulación estricta de químicos que afectan la salud femenina.
El mensaje es claro: ignorar los riesgos del plástico no solo amenaza al planeta, también a la vida de millones de mujeres.