En México, cada vez más mujeres se incorporan al volante de un taxi, pero su presencia sigue siendo minoritaria y marcada por grandes desafíos.
En Puebla, apenas el 10 % de los conductores de taxi son mujeres, pese a que el 30 % de las concesiones del transporte público —más de 10,800— están registradas a su nombre. La mayoría se desempeña como dueñas o administradoras, y solo una fracción opera directamente las unidades.
La situación no es muy distinta en la Ciudad de México, donde los riesgos de inseguridad y acoso han llevado a que grupos de conductoras creen colectivos como “Amorras Taxi”, enfocados en brindar servicios seguros exclusivamente para pasajeras.
En entrevistas, taxistas capitalinas relatan haber enfrentado acoso, agresiones verbales y amenazas, sobre todo en turnos nocturnos. Incluso, algunas señalan que sus familias dudaron de su decisión de manejar por miedo a los riesgos que implica.
A esto se suman los asaltos. Solo en Puebla, durante 2024 se reportaron 32 robos a taxistas, la mayoría de ellos violentos, lo que aumenta la vulnerabilidad de quienes trabajan en este sector.
Frente a este panorama, colectivos y autoridades han comenzado a implementar medidas: en Puebla se sanciona la difusión de datos personales de conductoras en plataformas digitales, mientras que en la capital del país se impulsan iniciativas para fortalecer la seguridad de pasajeras y conductoras.
Lo que queda claro es que, aunque las mujeres taxistas son una minoría en el sector, su crecimiento es una señal de resiliencia y de la necesidad urgente de garantizar condiciones seguras y equitativas para que puedan trabajar sin miedo.